Entrevista Radio El Espectador

Programa EN PERSPECTIVA - Entrevista de EMILIANO COTELO
Jueves 22.05.03, 09.10.

Un uruguayo erradicando minas en el Congo

Desde Kisangani, Ignacio Seré, integrante de la ONG Handicap. “El origen de la guerra es el saqueo. Si se quiere terminar con la guerra y construir un país, la ONU debe hacerse cargo del control de las fronteras, aunque eso signifique cambiar el mandato de observación por el de intervención. Este es uno de los países más ricos del mundo en recursos, pero todos los días mueren niños de cosas por las que en ninguna parte del mundo pueden morir: malaria, diarrea, sida...".

Decía ayer el diario Clarín, de Buenos Aires, en una nota del periodista Daniel Juri:
-Reaparece el canibalismo en la despiadada guerra civil del Congo
- Enfrentamientos tribales con apoyos del exterior
- Denuncian que milicianos les arracan el corazón y los pulmones a sus enemigos y se los comen. Creen que de esta manera incorporan la fortaleza del adversario.
Parece el argumento de una mala película de los años 60. Pero no. Es real y ocurre en este siglo XXI: a la sangrienta guerra civil que castiga desde 1998 —con "aporte" de varios países vecinos— a la República Democrática del Congo,
ahora se le deben sumar las prácticas caníbales que los lendu, etnia mayoritaria en el país, lanzaron contra los hema, minoritarios, pero dueños del poder económico del devastado territorio.
La lucha se desarrolla en Bunia, capital de la provincia de Ituri, en el nordeste del país. En dos semanas, las calles se llenaron de cadáveres. Más de 230. El gobierno congoleño no habló del tema. La denuncia viene de líderes religiosos y vecinos: dicen que los lendu le abrieron el pecho a sus víctimas con cuchillos. Les arrancaron el corazón, el hígado, los pulmones. Y se los devoraron calientes. Una antigua creencia africana sostiene que sólo así pueden apoderarse de la fortaleza del enemigo.
La semana pasada, dos observadores de las Naciones Unidas, un jordano y un nigeriano, fueron decapitados no muy lejos de Bunia. Según testimonios —que la ONU promete investigar a fondo— a sus cuerpos les faltaban órganos. Es una galería del horror: al parecer, sus victimarios fueron "niños soldados". Algunos de "los decenas de miles" que, según viene denunciando Amnistía Internacional, utilizan uno y otro bando. Amnistía asegura que en esta guerra están siendo reclutados "hasta niños de siete años".
Una guerra antediluviana desencadenada, increíblemente, por la voracidad tecnológica del futuro: el Congo cuenta con prósperos yacimientos de columbita y tántalo, fundamentales para la industria de teléfonos celulares, computadoras y play station. Un informe de la ONU dado a conocer el 24 de octubre ante el Consejo de Seguridad por el secretario Koffi Annan acusó a 29 compañías internacionales de saquear al país africano y a otras 85 de haber violado las normas de comportamiento empresVerdana. Un solo dato: el comercio ilegal de estos minerales se cotiza a 5 dólares por kilo en Africa. En Londres, se vende a 400. La ONU denunció con nombre y apellido a empresas belgas, alemanas, británicas, estadounidenses y africanas
También responsabilizó de este saqueo a las elites dirigentes —civiles y militares— centroafricanas. De hecho, esta es una guerra de todos. De un lado, Angola, Namibia y Zimbabwe, apoyando al gobierno. Del otro, Ruanda, Uganda —que controlan el norte y este del país— y Burundi, invadiendo sistemáticamente el Congo y dando apoyo a los tropas rebeldes. Alianzas todas que se hacen y deshacen en cuestión de horas, cuando el trofeo mayor, los minerales, llenan más la balanza de un país que la del otro.
Desde 1998, los bandos en pugna fueron reclutando a las milicias tribales de los lendu y los hema que, a su vez, mantienen disputas históricas.
El Congo —cuya historia política, dictadores y golpes de estado merecen un capítulo aparte— despliega su territorio por el centro de Africa. En los 70 fue el mayor exportador mundial de cobalto, y uno de los diez primeros de diamantes, uranio, cobre y estaño. Ahora, carga sobre sus hombros con casi tres millones de muertos en esta guerra desatada en torno de sus minerales. Millones de muertos para que la próspera industria de la telefonía celular siga desarrollándose al amparo de empresas internacionales y funcionarios corruptos que se alimentan de tanto cadáver inocente. Igual que los caníbales congoleños”.
***
El Congo nos tiene a todos interesados aquí en Uruguay en la medida en que se encuentran desempeñando funciones para Naciones Unidas como cascos azules soldados compatriotas que, además, han tenido que enfrentar en los últimos días una situación particularmente crítica en la ciudad de Bunia.
Vamos a dialogar con Ignacio Seré, que se encuentra en la República Democrática del Congo trabajando para una organización humanitaria llamada Handicap Internacional, que se dedica a limpiar el territorio de minas antipersonales.
Cuéntanos cómo es el tiempo en estos días a esta hora de la tarde allí en el Congo, donde son ahora las 14.10.
IGNACIO SERÉ: Si te referís al clima, es extremadamente caluroso; si te referís a la situación bélica, también.
EC - ¿Qué temperatura, qué humedad hay a esta hora?
IS - Difícil saberlo exactamente porque no existe ningún servicio, ni televisión ni nada que nos dé un informe meteorológico preciso, pero debe haber entre 35 y 40 grados y una humedad muy alta.
EC - Tú te encuentras en Kisangani, que es la tercera ciudad del Congo, capital de la provincia Oriental.
IS - Exactamente.
EC - Estás a 400 quilómetros de Bunia, donde están destacados los cascos azules uruguayos. Es más: hace pocos días estuviste en Bunia misma.
IS - Exacto, sí. La provincia Oriental –valga la casualidad: los uruguayos estamos en la provincia Oriental– incluye a Bunia; así que en Kisangani, que es la capital, está el cuartel general de Monuc (Misión de Observación de Naciones Unidas en la República Democrática del Congo), es de aquí que parten y adonde retornan los contingentes que van para Bunia y para otras partes de la provincia.
EC - Monuc es la sigla que identifica a la Misión de Observación de Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
Yo quería iniciar este diálogo ubicándote a ti y a la tarea que desarrollas. Tú trabajas para esta organización Handicap Internacional, con origen en Bélgica.
IS - Sí, exactamente.
EC - ¿A qué se dedica?
IS - Handicap es una organización centrada en las personas con discapacidades, que pueden ser de diferentes tipos. En el caso del Congo tenemos varias actividades relacionadas con los accidentes causados por las minas antipersonales y los UO, sigla de “unexplored organ”, que son morteros o municiones no explotados. Estos accidentes, así como la poliomielitis por otro lado, son los mayores causantes de handicaps en el Congo.
El programa que yo dirijo aquí tiene al menos cinco ramas diferentes de actividades: la sensibilización de la población, la recolección de datos para determinar áreas minadas o sospechosas, el deminaje en sí mismo, el deminaje humanitario, la destrucción de stocks de municiones y minas antipersonales que nos dan las partes beligerantes y el apoyo a los centros para personas con handicap que hay en la provincia.
EC - Handicap Internacional fue fundada en 1986 y fue distinguida con el Premio Nobel de la Paz en el año 1997.
IS - Efectivamente.
EC - Me llama la atención, por ejemplo, que una de las tareas que ustedes desarrollan, es nada menos que el deminaje. ¿Cómo se hace? Me imagino que es algo sumamente riesgoso.
IS - Es una tarea de mucho riesgo, pero se hace sobre la base de estándares y parámetros muy, muy estrictos, lo que hace que el riesgo sea mínimo. ¿Por qué lo hacemos nosotros? Básicamente porque estamos en todo lo que es zona rebelde; ninguna otra organización está autorizada para trabajar en esta área. A nosotros nos interesa particularmente por todo lo que tiene que ver con la prevención del handicap. Para darte una idea, pese a que en varias oportunidades han intentado trabajar en el deminaje, la Monuc no ha logrado autorización de los grupos rebeldes del área; no pueden hacer nada que tenga relación con explosivos; en ese sentido recae todo sobre nosotros.
EC - ¿Cuántas personas trabajan en estas tareas en el Congo para Handicap Internacional? ¿Cuál es exactamente tu responsabilidad?
IS - Yo soy el director de la operación, lo que quiere decir que soy el que corre menos riesgo. Hay 60 personas repartidas en diferentes grupos, tanto de deminaje propiamente dicho como de evacuación médica, de soporte técnico... diversos grupos que se ocupan de la tarea de deminaje coordinados por dos militares retirados, uno canadiense y otro belga.
EC - Tú tienes formación en la Facultad de Medicina (no la terminaste, pero casi); formación en Informática; hiciste periodismo durante 10 años en el diario El Día; dirigiste una empresa en Uruguay llamada Modem Informática; luego viajaste a Europa iniciando un periplo que, entre otras cosas, te permitió obtener un doctorado en Ciencias. ¿Cómo es que, a partir de todos esos antecedentes, terminas vinculado a Handicap Internacional y a este tipo de trabajos?
IS - Básicamente yo terminé un par de proyectos en Asia, regresé a Bruselas, donde viven mis hijos y Handicap me contactó; sobre todo estaban interesados en alguien con una capacidad muy polivalente porque es un lugar de trabajo muy difícil. Muy difícil desde el punto de vista humano, desde el punto de vista de los recursos, muy aislado; es un desafío muy grande. Te diré que lo que me interesó fue el desafío, la dificultad.
EC - ¿Desde cuándo exactamente estás en Handicap?
IS - Empecé hace unos tres meses.
EC - ¿En qué fecha te tocó llegar al Congo?
IS - En marzo fue mi primer contacto con Handicap.
***
EC - Hace unos minutos yo tomaba un artículo del periodista Daniel Guiria, de Clarín de Buenos Aires, que a propósito de la guerra interna en el Congo señalaba que además de los antecedentes históricos que tiene este enfrentamiento entre etnias rivales, resulta que se ha instalado ahora un factor adicional: la voracidad tecnológica del futuro.
“El Congo cuenta con prósperos yacimientos de columbita y tántalo, fundamentales para la industria de teléfonos celulares, computadoras y play-stations”. ¿Efectivamente esto es lo que está detrás del recrudecimiento de la violencia?
IS - Sí. En ese sentido –yo sigo las informaciones de Uruguay todos los días– el mejor análisis que he visto sobre este tema lo ha hecho el diputado José Bayardi.
Los conflictos étnicos aquí son una consecuencia, no son una causa, las guerras son guerras por posesión de recursos naturales como oro, diamantes, coltán, y los países o las empresas que disputan estos recursos en muchos casos exacerban de una forma muy sanguinaria los conflictos tribales, las rebeliones, las masacres, todo lo que pueda mantener lejos una presencia de control del Estado congoleño del control internacional. Es una situación de saqueo, como supongo que habrá sido la colonización de... [la comunicación se entrecorta] o la presencia estadounidense en... [la comunicación se entrecorta]. El que hace la ley busca los recursos y es el que tiene las armas; ésa es un poco la situación en el Congo. Las guerras son consecuencias: las guerras tribales son un poco consecuencia y en esas guerras vemos el aspecto despiadado que tienen las guerras.
EC - A propósito concretamente de cómo se vive esta violencia en Bunia, donde están destacados los cascos azules uruguayos (tú estuviste allí hace poco), ¿cómo se explica producido esta nueva embestida de enfrentamientos? ¿Todo tuvo que ver con el retiro de las tropas ugandesas?
IS - Efectivamente. En Bunia, al tratar de aplicar los acuerdos de paz, cuando las tropas ugandesas se retiraron y el gobierno congolés iba a tomar posesión de la ciudad, estallaron los llamados conflictos tribales, las masacres, incluso los actos de canibalismo. La “solución” planteada fue llamar nuevamente a las tropas ugandesas, pero es una solución para mantener un statu quo de saqueo en el Congo, no es una solución de fondo para el país.
Y en el medio están nuestros compatriotas en una situación muy difícil, en Bunia están dadas todas las condiciones para que haya una masacre brutal, lamentablemente.
EC - ¿Cómo describes el tipo de funciones que cumplen los cascos azules uruguayos?, ¿cuáles son sus límites y cuáles son los problemas de esos límites?
IS - Ese es un tema complicado. El papel de los cascos azules es el de observadores; ese es el mandato que tienen y que cumplen: observan. Por supuesto que arriesgan sus vidas, y no las arriesgan sólo por las altas tasas de sida y malaria: las arriesgan por el solo hecho de estar aquí. Pero no por la función que cumplen, no por ser garantes de la paz, porque no lo son, no tienen la función de ser los garantes de la paz, eso es bien claro. Por supuesto que la población quiere que la Monuc se quede; la Monuc junto con todas las organizaciones no gubernamentales es una de las únicas fuentes de trabajo que hay en este país. A veces les toca ser observadores molestos en alguna situación, como ocurre en Bunia, por eso están en una situación de riesgo, efectivamente, están en una situación de mucho riesgo.
EC - Lo que ocurrió en los últimos días, después del retiro de las tropas ugandeses y de que se reavivara el enfrentamiento, fue que la Unión de Patriotas Congoleses (UPC), una milicia formada por miembros de la tribu hema, tomó el control de la ciudad. ¿Eso cambió algo las cosas?
IS - Eso provoca una situación de enorme inseguridad, una gran parte de la población busca refugio, busca refugio cerca de las bases de la Monuc, con la idea, muchas veces acertada, de que al lado de esas bases están dentro de un paraguas de protección donde pueden estar a salvo. Lo que sucede es que cuando los combates llegan cerca la gente, por una situación normal de pánico, tiende a precipitarse dentro de los cuarteles de la Monuc y eso genera situaciones a veces muy difíciles, porque no pueden hacerlo y la Monuc tiene el mandato de impedirlo.
EC - Tú mencionabas que efectivamente han ocurrido actos de canibalismo y no se ha tratado de episodios aislados.
IS - Ojo: los actos de canibalismo son episodios aislados, no hay una práctica de canibalismo; forman parte del terrorismo psicológico, de comprometer a los soldados más jóvenes de los grupos rebeldes, de ponerlos en situaciones de no retorno, de abrir una brecha entre ellos y los demás. Yo tengo un amigo de la Monuc, un congolés de la Oficina de Asuntos Humanitarios, que me contaba que hay soldados (él los vio personalmente) que llevan colgados de sus armas órganos de sus enemigos –corazón y demás–, que circulan patrullando las calles de esa forma. Pero de ahí a que sea una práctica generalizada, creo que no.
EC - Volviendo a la Monuc y en particular a los cascos azules uruguayos, tú eres muy crítico del papel de una misión de paz como esta. Has dicho –hemos conversado a través del correo electrónico varias veces en estos días– que son muy discutibles la utilidad y el sentido de fuerzas de este tipo. ¿Puedes profundizar en esa idea?
IS - Sí; siempre es mi opinión personal, es importante dejarlo claro, no es la opinión de Handicap. Es mi opinión personal, en todo caso como uruguayo y como persona que vive aquí.
Creo que el papel que cumple la Monuc con el actual mandato no está ni cerca de garantizar la paz y muchas veces entra en situaciones complicadas e incluso violentas para la población, como en el caso de Bunia, cuando muchos refugiados quisieron entrar en los cuarteles de Monuc. Con el mandato de observadores hacen un poco de guardabosques de un saqueo, miran pasar las cosas pero no intervienen. Este es un país que está siendo saqueado, el único objetivo de las guerras múltiples es el saqueo del país. Y la Monuc observa. Para mí eso es dramático, porque la Monuc no ofrece ningún tipo de respuesta a los problemas de la gente ni a los problemas de largo plazo del país; si tuviera otro mandato tal vez podría hacerlo. Yo no soy un experto militar, es lo que veo en la vida de todos los días.
Ojo, que esto de ninguna forma pone en cuestión a los militares uruguayos, su profesionalismo ni su sensibilidad. Están aquí con el mandato de observar y no pueden hacer otras cosas, no se les permite hacer otras cosas. No es que no quieran hacerlo, no es mala voluntad, no estoy diciendo que las tropas uruguayas tengan mala voluntad; todo lo contrario, tienen la mejor voluntad.
EC - ¿Cuál sería la alternativa?
IS - El origen de la guerra es el saqueo, si lo que acá se quiere es terminar con la guerra y construir un país, si la ONU se pone sobre sus espaldas el control de las fronteras, aunque eso signifique cambiar el mandato y tener un mandato de intervención, no de observación, si se termina el saqueo se termina la guerra. Lo que es dramático es que este es uno de los países más ricos del mundo en recursos, sin embargo todos los días mueren niños de cosas que en ninguna parte del mundo pueden morir, acá mueren de malaria, de diarrea, de sida por supuesto; es impresionante.
EC - ¿Ustedes se mantienen en comunicación con los cascos azules? ¿Tú tienes algún tipo de vínculo personal, de relación teléfono mediante con algunos integrantes del contingente uruguayo?
IS – No; con los uruguayos no. He tenido más relación con los franceses, con algunos estadounidenses, con algunos mozambiqueños. Depende de por qué, tratamos de mantener la relación con la Monuc de la forma más estructurada posible porque es muy importante para nosotros mantener la neutralidad en esta situación.
EC - Te lo preguntaba para saber cuáles son las últimas novedades, cómo se encuentran en este momento.
IS - Lamentablemente no tengo relación orgánica ni inorgánica con los cascos azules uruguayos: mi relación es con la dirección de las Naciones Unidas acá, que muchas veces necesita información sobre terrenos minados o sobre cosas técnicas y le damos la ayuda que podemos, por supuesto.
EC - De todos modos el grupo, el contingente de la Monuc, ¿cómo está en Bunia?, ¿cuál es su situación en este momento según los últimos datos que tú tienes?
IS - Según los últimos datos que tengo es que están sitiados; no es que estén asediados por alguien que quiera controlar, sino que no tienen ningún control de la situación, están encerrados en su base. Por lo que sé, en este momento el aprovisionamiento y las conexiones son por helicóptero porque aparentemente la pista de aterrizaje estaría comprometida. Eso es todo lo que sé. Y, por supuesto, es mucho más fácil que ustedes tengan mejor información que yo porque aquí no hay absolutamente ningún medio de comunicación, es todo un poco lo que llega de la gente que viaja, que retorna de Bunia, que nos cuenta, siempre hay una diferencia de 24 y hasta de 48 horas con la información.
EC - ¿Hasta cuándo se quedan ustedes allí; cuáles son los planes?
IS - Nosotros vamos a seguir trabajando, tenemos un proyecto de por lo menos tres años porque vamos a extendernos por toda la provincia. Justamente, mi trabajo en Bunia fue ver la posibilidad de establecer una base de trabajo allí, de trabajo de deminaje. Nuestro plan es continuar, salvo que caigan los acuerdos de paz y la cosa realmente se complique; en ese caso evacuaríamos junto con las otras ONG, pero la idea es continuar.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón